jueves, 16 de diciembre de 2010

Ayer sucedio lo que en teoria era imposible que sucediera

Miércoles 15 de diciembre; un día de rutina, a no ser por los inminentes preparativos navideños. Las calles decoradas con luces parpadeantes, los belenes con sus caganets y los primeros villancicos que se repiten en mi mente. La tarde pintaba un poco mas animada pues al terminar nuestra jornada laboral celebraríamos la tradicional cena navideña de empresa. Lo mismo de todos los años y eso que tan solo llevo 2 en esta oficina. Mis compañer@s se transforman como Clark Kent en su cabina de teléfonos americana pero ellos prefieren  iniciar su metamorfosis en el guarda ropa de un céntrico restaurante de la ciudad condal. Es allí donde la recepcionista de la oficina una mujer de unos 45 años muy bien llevados y con un cuerpo de impacto que para nada se ajusta con su casi enfermiza timidez.  Se quita la máscara que tapa su rostro, unos modernos y a mi entender acertados lentes de una marca italiana que le dan un toque muy elegante a su ya fino rostro pero que al parecer llevan en si una personalidad propia que tan solo le permite ser libre cuando habla por teléfono y contesta con voz viva, amable y competente. Mas allá de eso es una mujer en extremo cauta, seria y parca en palabras, pero al despojarse de sus capas exterior es como un calsot, deja a la luz una sorprendente femme fatale que capta al instante la atención de todo el salón del restaurante y por su puesto la de todos sus compañeros; que durante 364 días al año no ven en ella nada mas que a la servicial, diligente y correcta madurita.
Por otro lado, esta Oriol un joven economista brillante que desde que lo conocí me sedujo por su habilidad para negociar, su capacidad de análisis y la naturalidad con la que desde el primer día se atrevió a rebatir y objetar mis planteamientos, aún a sabiendas de que yo soy su jefa inmediata. En un principio pensé "chiquillo insolente ya te crujiré" y nunca creí que tardaría casi un  año en llegar a ese punto. Aunque para ser precisos casi me crujió mas él a mi que yo a él.  Pero esto ya os lo detallaré mas adelante. Oriol ayer también superó su timidez de oficina y apareció el simpático joven que terminó de darme la razón cuando ví que mas que insolencia lo que tenía era mucha seguridad y una gran preparación académica.
La cena corría por los derroteros que ya me imaginaba; exaltación de la amistad, amor y compañerismo, cantos regionales, vivas al Pep, el equipo y la madre que los parió. La comida y los vinos sin lugar a dudas cumplieron con su cometido de caldear y preparar el terreno para la sobremesa y fue en ese momento en el que de nuevo apareció Oriol a mi lado, traía una copa de blue bombay con tónica y una rodaja de limón; "un hombre observador" pensé; y recibí la copa sin mas. Ya con el animo desinhibido me dijo:
- Puedo hacerte una pregunta?
-Claro - le contesté - no trago compañeros.- E inmedatamante me dí cuenta del doble sentido de mi respuesta pero ni me inmuté.
- ¿Me invitaras a desayunar, o mejor me voy sin despertarte?
Creo que tardé en reaccionar y mas aún en contestar, por mi cabeza se cruzó incluso la idea de soltarle una bofetada, pero rápidamente advertí que precisamente esa seguridad casi chulesca era la que me gustaba de él, sin olvidar por otro lado la respuesta química y orgánica con la que mi cuerpo ya había respondido y le solté una escueto.
- En casa solo bebo té, si te sirve?- y me bajé un largo trago de mi copa para intentar ahogar cualquier gesto de debilidad. Sonrió y se alejó, "me pasé de revoluciones y lo asuste" pensé, por un lado me gustaba darle un trago de su propia medicina pero por otro ¿que iba a hacer con el calentón que ya corría por mis venas? Estaba aún divagando sobre ello cuando lo veo acercarse con su chaqueta puesta y mi abrigo en la mano, muy caballero me ayudó a ponérmelo y me tomó de la mano. Ya por entonces, nuestros compañeros estaban dispersos en corrillos varios y ni notaron nuestra espantada. Una vez en la rambla un taxi aparecía frente a nosotros como caído del cielo y en tan solo 7 minutos ya cruzábamos entrelazados como dos serpientes el umbral de mi piso.
Las cosas se dieron del mismo modo como empezaron, sin tabúes ni límites. En un abrir y cerrar de ojos volaron su chaqueta, su camisa, el cinturón, sus zapatos italianos y unos calcetines de rombos. Yo mantenía a raya de momento sus intempestuosas manos; quería permanecer impecable y verlo rodar a él por el ruedo antes de permitirme caer en sus brazos. La desnudez me reveló un cuerpo normal, con un buen color pese al casi invierno que es ya, sin rastro de vigorexia ni tonterías por el estilo, pero con un culo bien puesto, unos brazos fuertes, unos ojos verdes que me miraban con desafío. Pasada la fase de observación me deje ir, él rápidamente notó que la veda había llegado a su fin si acaso en algún momento existió. Sacó mi camisa de entre el pantalón y con soltura deshizo el cierre de mi sujetador, sin sacar la lengua de mi boca ni su otra mano de mi culo, "que bien" pensé, "uno que me llega enseñadito de casa", sin darme tiempo noté sus manos en mi cuello que con firmeza me tomaban y con un relámpago volaron los 6 botones de mi camisa, ¡maldito! mi camisa preferida... pero como me ponía su plan matoncito de discoteca, con tan solo dejar mis brazos caer la seda de la camisa se deslizó como el agua por mis brazos y detrás de  ella fue mi sujetador. Ahí estaba yo, como ama domina elevada en mis tacones y mi pantalón de traje que me armaba un culo señorial, y el cual mi amante se apresuró a soltar y dejar caer hasta mis tobillos. Con garbo se arrodilló y me dió la mano para una a una liberar mis piernas mientras miraba fijamente mi minúsculo tanga abierto que dejaba a la vista mi húmeda y deseosa vulva. Sin miramientos tomé su cabeza y lo hice mío, con tal rigidez que le cósto respirar.... PERDÓN ACABA DE ENTRAR ORIOL A INVITARME A ALMORZAR.... LUEGO SIGO

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