Para los que llegais ahora, por favor leer antes la entrada anterior.
La comida con Oriol dá para tres o cuatro entradas más. Pero por el momento os continuo relatando el calentón de anoche.
Ahí estaba él de rodillas con su cabeza entre mis piernas, demostrándome con hechos que su buen hacer no se limitaba solo a lo profesional sino también a las mas lujuriosas artes amatorias. El chico y su lengua sibilina me recorrían con morbo, con ansiedad, con hambre, con ganas de mí. Y eso, me ponía. Noté que para él este momento era la culminación de un largo deseo y una tensa espera. En cambio yo, estaba deslumbrada en lo profesional pero nunca me había inspirado un mal pensamiento ni me lo había planteado como posible víctima de mis encantos. Pero por su devoción, él sí se había fijado en mí mucho tiempo antes. Continuó recorriendo mi vientre llenándolo de lametazos, besos y mordiscos. Perfiló cada una de mis costillas y se recreó con obsesión en mis tetas, a las cuales agasajó con detenimiento, experiencia y tacto; de tal modo que me dejó al borde del precipicio orgásmico. El empujón definitivo para la caída de mi primer orgasmo fue el roce de su muslo contra mi clítorix mientras me besaba y rasgaba con sus uñas mi espalda. ¡ Bendita capacidad multiorgásmica ! Acto seguido me tomó en sus brazos, me llevó hasta la cama y me acostó boca abajo. Ni me di cuenta en que momento se hizo con su cinturón y su corbata, con experiencia casi marinera pasó un par de vueltas de la corbata entre mis muñecas y me fijó al cabecero. Del mismo modo procedió con el cinturón y mis tobillos. En ese momento la impotencia se apoderó de mi, yo que hasta ese entonces había intentado jugar de igual a igual, yacía totalmente indefensa y a merced de mi subalterno amante. De repente, empecé a notar como su polla acariciaba mis nalgas. La sentía firme, húmeda y caliente repasando cada centímetro de mi anatomía. Llegados a este punto, y dadas las adversas circunstancias en las que me encontraba, lo que mas deseaba era que se dejara de rodeos y de una vez por todas me permitiera sentir su pollón dentro de mí. Incluso mi culo en pompa, parecía perseguirlo y muy perro se hacía de rogar. Tomó su polla con una mano, la puso entre mis piernas y como si fuera un pintor me repasaba con sus trazos de pincel llevando y trayendo mis fluídos desde mi pubis hasta mi espalda. En cada intento procuraba ajustar el ángulo y el momento idóneo para procurarme empalada en él. Pero no lo conseguí. Tras unos 10 minutos de juego me salió de lo más profundo un "¡ penétrame ya cabrón !" y de repente sentí como se deslizaba dentro de mí asiéndome por las caderas y empujando profundo una y otra vez. Quería controlar como siempre, mis ritmos acariciando mi clítorix pero las ataduras me obligaron a suplicarle por ayuda, necesitaba sentir su mano firme sobre mi vulva mientras continuaba arremetiendo contra mí. Mi segunda explosión era inminente y su colaboración, acercaba mas y mas mi irrefrenable lujuria. Fue en ese instante cuando tuvo el puntazo de la noche, recorrió mi espalda con su lengua sin sacar su verga de mi coño; al llegar a la cabeza, tomó con rudeza mi cabello, dejó al desnudo mi cuello y mordió con potencia la nuca. Simultáneamente, sentí la más profunda de sus penetraciones acompañada de las inconfundibles contracciones que evidenciaban su eyaculación, y ahí me desvanecí. Nuestras contracciones se hicieron una y casi casi mi vulva terminó de ordeñarlo. Rendidos unos sobre el otro nos dormimos. Y volví en mí sobre la siete de esta mañana y él ya había encontrado y preparado el té...
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